El eco de las palabras
“Ya sea que estés escribiendo en un diario o escribiendo como meditación, es lo mismo. Lo que es importante es que estás teniendo una relación con tu mente.” Natalie Goldberg
Lo más parecido a llevar un diario es tener estas crónicas, la única diferencia es que yo las comparto y el diario no. Aquí cuido la forma, cuido el resultado final, ambas cosas que no cuido en mi diario. Pero llevo diarios además de estas crónicas, cuadernos que se han ido acumulando con los años y que contienen todo lo que voy viviendo o sintiendo o explorando y muchas veces incluso aquello que me jode o atormenta. Como esas bibliotecas en los mundos de fantasía donde todo está registrado, algo así son mis cuadernos. La mayoría hoy están en cajas porque la vida nómada no te permite cargar mucho peso, pero los he ido acumulando en esas cajas con todo lo que ha sido mi percepción de la vida y del estar vivo.
En ellos hemos pasado por la soledad de la infancia, el descubrimiento de los amigos imaginarios y del mundo fantástico que es la mente y lo mucho que ayuda la escritura a hacerle sentido a la vida. Sin que nadie me dijera que uno podía llevar un diario, algún cumpleaños alguien me regaló uno. Lo recuerdo porque tenía dos cosas maravillosas, la primera un candado, que le daba “seguridad” a lo que fuera que registrara en él. Lo otro era que era de Hello Kitty, que no era mi animación favorita pero si lo era de la mayoría de niñas de mi generación y de alguna manera tener algo de ese personaje me hacía sentir más normal. Digo normal porque yo nunca he sido la típica niña en el sentido más estricto y social de la palabra. Nunca me ha interesado el rosado, las muñecas, los vestidos, el maquillaje, etc. Siempre me han gustado cosas mucho más neutras o consideradas “masculinas”. Entonces este diario era un cambio a ello para felicidad de mi madre, mis tías y quizás mis amigas (porque uno a veces se deja llevar por esas pendejadas). En todo caso ese fue el comienzo de tener un diario. Aunque no escribía diariamente, y menos en esa época de la infancia, si escribía mucho hasta que lo usé todo y tuve que pedir que me compraran otro. No hubo negativa. Supongo que mi mamá lo vio como algo normal que yo quisiera tener un diario así nadie nunca me hubiera enseñado que era eso y para qué servía. Desde entonces no he dejado de tener uno.
Con el paso de los años pues fueron pasando las etapas de la vida y los diarios registraron también la oscuridad de la adolescencia con todos esos lugares donde no queremos existir porque la vida duele y mucho, tanto que muchas veces lo único que queremos es que la vida acabe porque no la soportamos más. Esas emociones llenaron muchas páginas de esos diarios que hoy viven en la oscuridad de un depósito con el resto de mi vida. Pero no solo registraron oscuridad, también registraron las nuevas experiencias, del amor adolescente, de la calentura, de la curiosidad hacia lo prohibido y lo misterioso. Hay registros de besos, borracheras, ensayos con drogas y misterios humanos como el horóscopo, el tarot o la Ouija. Ese paso tormentoso de la vida por el cual debemos todos circular quedó registrado en esos diarios que ya no eran de Hello Kitty y no tenían candado pero si eran escogidos por mi y fueron el comienzo de un extraño y enfermizo amor por el papel y los cuadernos o agendas. Me gustan tanto que los compro así ya tenga muchos y lentamente los voy llenando. Siempre tengo nuevos y vacíos para cuando alguno se acabe y se van reemplazando en esas cajas de ese depósito oscuro en el que viven mis recuerdos hace más de 15 años.
La temprana adultez o los 20 cargaron mucho de lo que la adolescencia traía, con un poco menos de oscuridad, pero si con mucha insatisfacción de la vida. No encontraba mi camino y todos aquellos que perseguía estaban vetados para mi, cerrados. En esas épocas yo no era muy insistente, si algo no funcionaba pues lo dejaba atrás porque no le tenía paciencia a encontrar salidas o soluciones alternas. Esa paciencia es algo mucho más novedoso en mi vida. En esos diarios de los 20 quedaron registrados los intentos de encontrar el camino, la vida “tradicional” que llevé durante esa década, con casa, trabajo, estabilidad y una interesante selección de parejas amorosas. Quedaron registrados viajes, fincas, amigos, dolores, desamores, enfermedades y todo lo que la vida me iba tirando hasta hacerme cambiar completamente de vida a partir del 2008. No todo cambió ese año pero las cosas si comenzaron a cambiar en ese momento y para siempre. A veces quiero ir y leerlos pero la búsqueda es tan tediosa en medio de ese depósito que me aguanto las ganas. Cuando vuelva a sacar todo eso releeré mi apreciación de la vida en esos momentos porque viéndola ahora en perspectiva sé que mucho de lo que pasó en esa época dolió pero era necesario para montar la vida que he llevado los últimos 15 años.
A diferencia de las otras eras donde todavía había un poco de tormento y de sentirse